División de Roles desde la perspectiva de género

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos Emergentes, los derechos humanos deben ser progresivos y todas las normas deben interpretarse para lo que favorezca al ser humano. No es adecuado considerar los derechos humanos definidos de manera permanente. Se necesita adecuar la normativa de acuerdo a los avances, los cuales cambian a la sociedad, surgiendo nuevas necesidades que deben ser reguladas.

Los instrumentos internacionales de derechos humanos son de rango supra legal según lo establecido en el artículo siete de nuestra Constitución Política. Es por ello, que nuestro ordenamiento jurídico no se puede analizar de una forma aislada, debemos integrar ese bloque convencional para poder actualizar, interpretar las normas internas y analizarlas según el contexto de la época.

La convención es un tratado internacional, constitucionalmente válido, que asigna prioridad a los tratados internacionales frente a la ley interna en el ámbito del derecho interno, esto es, un reconocimiento de la primacía del derecho internacional por el propio derecho interno. (Herrera, 2015, párr.5)

Según los estereotipos de género, el modelo, los roles y la identidad de la mujer se define como opuesta al varón. Es considerado algo dicótomo, el hombre y la mujer poseemos diferencias marcadas con respecto al rol social, diferencias que suponen una desigualdad social evidente que llevan a fenómenos de discriminación con menosprecio hacia lo femenino. Ese menosprecio puede estar en muchas ocasiones en la marginación, violencia y los malos tratos del hombre contra la mujer.

En lo que respecta, la ausencia de la simetría en las relaciones produce como efectos una discriminación directa e indirecta. La primera consiste en tratamientos desiguales por motivos expresamente prohibidos por la ley o normas internas de una institución o entidad privada. Mientras que la discriminación indirecta trata de las desigualdades que no son explícitamente expresadas, sino que se manifiestan desde un tratamiento formalmente neutro.
Por lo tanto, la dicotomía femenina – masculino establece estereotipos rígidos, favoreciendo la permanencia de los papeles que limitan que las mujeres se desenvuelvan libremente sin estar atadas a los patrones impuestos.
Es así, como la figura de la mujer está asociada a lo negativo, subjetivo, emocional, irracional; y los hombres a lo positivo, objetivo, universal y abstracto. Por consiguiente, se confirma, como la sociedad impone el comportamiento que considera adecuado para cada sexo.

Ahora bien, con la explicación anterior, de la asignación de roles en la estructura familiar tradicional, podemos entender las conductas machitas que se generan en las relaciones de pareja perjudicando el bienestar de la familia, pero principalmente la integridad física y emocional de la mujer.

Los hogares como unidades primarias de socialización no son más que el reflejo de estructuras sociales, en donde se reproducen y recrean formas de organización basadas en jerarquías de poder definidas por una sociedad. En las sociedades, como la costarricense, en donde las diferencias entre géneros son notorias, a pesar de los avances (Estado de la Nación, 2001), la asignación de responsabilidades a mujeres y hombres al interior de los hogares son significativamente diferentes con clara desventaja para las femeninas. (Sandoval y González, 2004, pp. 88-89)

Relaciones jerarquizadas que propician micromachismos.

A pesar, que la mujer en las últimas décadas ha logrado empoderarse gracias a la ciencia, la tecnología y la lucha que han ejercido las poblaciones vulnerables por la búsqueda de un trato igualitario y libre de discriminación.
Es evidente que existe violencia en las relaciones de pareja, siendo el hombre el principal agresor, quien se favorece de los roles que la sociedad asignó para lograr mantener la sumisión y dependencia a la mujer. Es así, como el hombre tiene el poder y realiza comportamientos que limitan a la mujer a desarrollarse con autonomía.
El hogar como unidad de individualidades que interactúan entre sí para la satisfacción de sus necesidades fundamentales, es también un lugar donde se generan conflictos, producto de los intereses diversos, cambios en los roles de sus miembros, de las relaciones de dominación y subordinación y del uso de la violencia para resolver conflictos. Sandoval y González, 2004, p. 89)

Lo cual, favorece que el hombre ejerza conductas de violencia muy sutiles, que pasan desapercibidas, consideradas como normales por la sociedad. Así mismo, conforme pasa el tiempo el hombre va adquiriendo más poder sobre la mujer, logrando ejercer el micromachismo con más frecuencia y fuerza.

Además, el agresor sabe que sus actuaciones ilícitas nunca van a poder ser denunciadas porque ocurren en la intimidad de la pareja.

Al ser comportamientos tan sutiles, las personas que rodean a la víctima no se percatan del daño que le ocasionan a la mujer. En consecuencia, la victima sufre en silencio, sin contar con apoyo. En la mayoría de los casos la mujer no se percata de las conductas de violencia que ejerce su pareja y que le generan sintomatología, haciéndola caer en la mayoría de los casos en una depresión, asociada muchas veces a enfermedades físicas.
Esto se debe, a que los micromachismos son pequeños comportamientos que se realizan paulatinamente y de forma sutil, considerados por la sociedad como normales. Estas acciones son ejecutadas por los varones de manera permanente sin ser notados por la propia víctima. Es así, como restringe el poder personal, autonomía, el equilibro emocional y psicológico de las mujeres. En consecuencia, estas relaciones de pareja son desiguales y jerarquizadas concentrando el poder únicamente en el conyugue varón. Lo peor, dada la invisibilidad de las conductas la mayoría quedan impunes.

Al no ser visibles estas conductas, las mujeres no cuentan con el apoyo necesario para empoderarse y salir de ese ciclo de violencia doméstica. Es por ello, que es vital una red de apoyo porque ayudan a identificar estas conductas dañinas para su salud y su desarrollo en la sociedad.